View from the San Antonio Finca

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viernes, 30 de julio de 2010

Market Day - Día del Mercado

Confucius said:
He who will not economize will have to agonize.
Confucio dijo:
Quién no sabe economizar tendrá que agonizar.


A trip to the northern sierra is not complete without a stop at Otavalo market. This is one of the biggest street markets in Latin America (to be honest, it feels big, but not that big) and it is a microcosm of peoples, sensations and experiences. It is a well-known stopping point for tourists and this was my first big encounter with the ubiquitous back-packer, in large part American, who never venture the journey to where I live. And it is easy to see why the market draws so much attention. It holds appeal for all those except those suffering from agrophobia. There are people everywhere, many more selling than buying, with a general feeling of what markets always were in the past... a great centre of exchange. Not only do the vendors come to sell, they also take the opportunity to make their own purchases and you can see electrical and other shops overrun with indigenous people buying liquidisers (for the obligatory morning juice, of course), fridges and the ever-present ghettoblaster,not to forget a little bit of liquor.
The market is divided over a number of streets and centres. The daily fruit and vegetable market, similar to any other indoor market in Spain pours out onto the surrounding streets as many more people from the country arrive, sometimes bringing only one product such as kilo upon kilo of oranges, bananas or coconut and selling them in outdoor stalls. Meanwhile, the centres of the streets are interspersed with vendors on the move, on bicycle, tricycle, on foot, who sell everything from watches, to socks, to juices, to bread. The main squares are the home to textile workers, in large part, selling shawls, ponchos, jumpers,scarves, gloves, some made from llama wool. There are large numbers of jewellry and leather workers too, selling their trades, as well as the odd instrument maker as well as stalls of the beautiful embroidered blouses worn in traditional style by many indigenous women and children around the sreets.
Eating is kind of an accidental affair. Tourists make their way to safe restaurants. I tried some stalls in the vegetable market where the workers went to eat and was served the typical vegetable soup followed by chicken, rice and beans for a dollar. This just meant more money saved to enjoy recklessly in the market. The most difficult challenge is resisting the purchase of vibrant colours and numerous llamas on jumpers which seem particularly cute over here and when you get back home, you realise you're out of sync with the rest of the world. In any case, it's a bargain-hunter's dream. Here nothing is about a fixed price. The most common question is "what discount will you give me?" and this is usually followed by a dollar or so off the official price, until you say you are going to come back later, you've got to get your money out of the machine, you're just going to go for a stroll. All of a sudden dollars are knocked off and you could be down to half the original price. A piece of advice: never buy in the first stalls you meet. Take a good walk around, you'll surely see the same stuff again and again and when it's more off the beaten track, it tends to be cheaper. You can always come back, but you will be sure to find the same thing at a cheaper price en route. As a present-making paradise, I'm sure I'll be back before I get home, so beware if you are crossing your fingers hoping NOT to receive a llama jumper... it could be YOU!

El Día del Mercado
Un viaje a la sierra del norte no es completo sin una parada en el mercado de Otavalo. Es uno de los mercados más grandes en Ámericalatina (pero por ser honesto, no se siente así de grande) y es un microcosm de gentes, sensaciones e experiencias. Es bien conocido como una parada para turistas y este fué mi primer encuentro con el ubiquito mochilero, en gran parte Americanos, que nunca toman el riesgo de viajar donde estoy yo. Y es fácil ver porque el mercado llama tanto la atención. Tiene un interés para todos menos los que sufren de agrofobia. Hay gente por todas partes, muchos más vendiendo que comprando, con un aire de como tiene que haber sentido los mercados en el pasado... un gran centro de intercambio. Los vendedores no sólo vienen a vender, también toman la oportunidad a hacer sus propias compras y puedes ver las tiendas eléctricas o otras llenas de indígenas comprando liquidizadores (para el jugo obligatorio de la mañana, por supuesto), frígorificos y el omnipresente ghettoblaster, sin olvidar un poco de alcóhol.
El mercado está dividido entre númerosas calles y centros. El mercado diario de fruta y verduras, parecido a cualquier otro mercado de españa sale a todas las calles alrededor mientras llegan mucha más gente del campo, a veces llevando sólo un producto para vender, como por ejemplo, kilos y kilos de naranjas, plátanos o coco. Mientras, en medio hay vendedors en constante movimiento en bici, trici, de pié, que venden todo de relojes, calcetines, zumos y pan. Los trabajadores de textiles toman hogar en las plazas principales, vendiendo chals, ponchos, jerseys, bufandas, guantes, algunos hechos de lana de alpaca. Hay numerosos puestos de joyería y cuero también, más uno u otro luthier, aparte de los que venden las blusas impecablamente blancas y bonitas, llevadas por muchas indígenas por las calles.
Comer es una tarea un poco accidental. Las turistas hacen camino a los restaurantes seguros. Probé mi suerte con unos puestos en el mercado de verduras, dondé iban los trabajadores a comer. Me dieron la típica sopa de verduras, seguido por un plato de arroz, pollo y fréjoles por un dolar. Eso sólo podría significar una cosa: más dinero para gastar sin cuidado en el mercado. La tarea más difícil es resisitir la compra de colores chillones y incontables alpacas en jerseys (algo muy lindo por aquí hasta que llegues a casa, y te das cuenta que vas un paso fuera de la onda de todos los demás). De todos modos, es el sueño hecho realidad de los busca-gangas. Aquí no hay un precio fijo. La pregunta más común por allí es "qué descuenta me de usted?" y normalmente esto está seguido por un dolar quitado del precio. Entonces anuncias que vuelves luego, que tienes que sacar dinero del cajero o que vas a dar una vuelta. De repente, empiezan a caer dolares del precio, y puedes llegar hasta la mitad del precio original. Un consejo: nunca debes comprar en los primeros puestos que encuentras. Es mejor dar un buen paseo primero, segurmanete verás las mismas cosas una vez trás otra y cuando está más alejado de las calles principales, suele ser más barato. Siempre puedes volver, pero seguramente encuentras la misma cosa mientras andas, más barato. Como lugar de encontrar regalos, es el paraíso. Estoy segura que volveré antes de llegar a casa, así que cuidado si tienes los dedos cruzados esperando NO recebir un jersey con alpacas por todas partes... podría ser TÚ!

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