Life is full of journeys. Sometimes we take the straight road from A to B, sometimes we take the long way round, sometimes we don't even know exactly where we're going but end up finding some interesting things along the way (and sometimes we don't). And sometimes, even with the clearest intention in mind of the final destination, it just seems like life throws so many obstacles in the way that you wonder will you ever get there. These particular journeys require a whole lot of stamina and a whole lot of patience, a lot of trust on the one hand and a lot of self-belief on the other. Because, despite how crazy others may think you are, you know you've got a plan, you just have to find a way to execute it. Physically and emotionally speaking, the journey to the Intag region could certainly fall into the last category. It's a part of an Alice in Wonderland voyage of condensed distances and expanded time. Let me explain: it may take two hours to travel 150 km. It may take one hour to travel 15 km. Throw out all your traditional forms of measurement through space and time. Most people in Intag don't have a watch. Most get up with the dawn at 5.30 or 6 am and are tucked up in bed sleeping by 8 pm. Getting from one place to another is almost always free from schedules and includes a cerain amount of risk. Will there be a truck passing? Can someone take me on their motorbike? Is the horse ready to go? Is it possible to walk part or all of the way? How many people can I fit on my bicycle and does it cycle through mud? Rarely is there a scheduled bus or public service route. I begin to think about taking life slowly; how everything comes undone if a plane is cancelled; how unresourceful we are on our travels; how we've become single-passenger drivers in empty cars. And then I remember that we're all making journeys, the majority of us to different destinations, very rarely are we ending up the same abode. Passengers get on and get off, but usually what makes the journey more bearable is finding good company to help pass the time more agreeably. When I think of the personal voyage I've made in the last few years, certain people come to mind... people who stood by and helped when the road was rough, people who laughed and sang when times were good, people who carried the load when I felt weary and alone and people who opened the window and let the fresh air blow and the sun shine on my face. For all these people I am very, very grateful.
Back on my real journey, to summarise, I left Quito around 7.30 in the evening and arrived at Otavalo about 10.30pm. The following morning at 11, I bought a ticket for the 1pm bus to Cuellaje, another two and a half hour journey in theory, but we eventually got there at 5 pm. The reasons being, the ticket collector who sat on a rail on the roof outside the bus, fell off as we were going uphill and an ambulance had to be called to take him away. From Cuellaje, we paid a local businessman 4 dollars each to take us the 15km, 1 hour journey up the hill to San Antonio on the back of his truck, arriving at the base of the hill in the dark (night falls at 6.30pm here). From there we carried the luggage a gruelling thirty minutes through river and field uphill to the farmhouse on the top of the hill, finally finding base at 8pm. In other words, a 75 km trip turned into something like a seven hour journey. I won't tell you what I found when I opened the door the following morning because that would be another story, not to forget the milk truck of course, but that would be another journey....
Caminos
La vida está llena de viajes. A veces cogemos el camino recto de A a B, a veces cogemos el camino largo, a veces incluso no sabemos donde queremos ir exactamente pero encontremos cosas interesantes en el camino (y a veces nada). Y a veces, incluso con la intención más clara en la mente del destino final, parece ser que la vida pone tantos obstáculos en el camino, que uno empieza a autopreguntarse si llegará alguna vez. Estos tipos de viajes requieren mucha paciencia, mucha confianza mutua por un lado y mucho autoestima por el otro. Porque, a pesar de lo loco que piensen los demás de lo loco que estes, sabes que tienes un plan y simplemente tienes que encontrar la manera de ejercerlo. Físciamente y emocionalmente hablando, el viaje a la zona Intag ciertamente podría caer en esta categoría. Es parte de un viaje estilo Alicia en el País de las Maravillas de distancias condensadas y tiempo extendendido. Voy a explicar: puede tardar dos horas para viajar 150 km. Puede tardar una hora para viajar 15km. Tira todas tus formas tradicionales de medida por el tiempo y el espacio. La mayoría de la gente en Intag no tienen reloj. La mayoría se levantan con el amanecer a las 5.30 o las 6 de la mañana y están puestos en la cama de 7 a 8 pm. Intentar llegar de un lado a otro es casi siempre libre de horarios y incluye una cierta cantidad de riesgo. ¿vendrá un carro? ¿Alguien me puede llevar en su moto? ¿El caballo está listo para irse? ¿Es posible andar una parte o todo el viaje? ?¿Cuanta gente caben en mi bicicleta y pasa por barro? Rara vez hay un horario de autobus o un viaje organizado. Empiezo a pensar en tomar la vida con lentitud; como todo se deshace si se cancela un avión allí; lo poco que usamos recursos alternativos para viajar; como nos hemos convertido en viajeros solteros en coches vacíos. Y entonces recuerdo que estamos todos haciendo viajes, la mayoría de nosotros a destinos diferentes, (muy rara vez vamos a llegar a la misma casa.) Los pasajeros suben y bajan, pero normalmente lo que hace el viaje más tolerable es encontrar compañía buena para pasar el tiempo más agradablemente. Cuando pienso en el viaje personal que he hecho en los últimos años, cierta gente llega a la mente... gente que se quedó a mi lado y ayudaron cuando el camino fué difícil, la gente que se reía y cantó conmigo cuando los tiempos eran buenos, la gente que llevó mi peso cuando senti cansada y sóla y la gente que abrió la ventana para dejar entrar aire fresco y el sol en mi cara. Para toda esta gente estoy muy, muy agradecida.
De vuelta en mi viaje real, para resumir, dejé a Quito a las 7.30 de la tarde y llegué a Otavalo a las 10.30. La mañana siguiente a las 11, compré un billete para el autobus de la 1 de la tarde a Cuellaje, otros dos horas y media de viaje en teoría, aunque eventualmente llegabamos a las 5 de la tarde. La razón siendo que el controlador del autobus estaba sentada por fuera en el techo del autobus y se cayó, y una ambulancia e tuvó que llevarle. Desde Cuellaje, pagabamos a un hombre de negocio 4 dollares cada uno, para llevarnos los 15 km de regreso, una hora subiendo la colina de San Antonio, por detrás en su furgoneta, llegando a la base de la montaña en la oscuridad (cae la noche a las 18.30 aquí). Desde aquí, llevabamos el equipaje unos treinta minutos pesados a través de río y campo hacía arriba a la finca encima de la colina, llegando finalmente a base a las 20h. En otras palabras, un viaje de 75km se cambió en un viaje de siete horas. No os voy a contar lo que encontré cuando abrí la puerta la mañana siguiente porque esa es otra historia, sin olvidar por supuesto el lechero, pero ese es otro viaje....
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